Asistieron al Concilio dos arzobispos , diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos. Lo presidio el cardenal legado Mateo de Albano; sin embargo, la voz que allí se escucho fue la del abate Bernardo, pues casi todo los asistentes se hallaban vinculados, de una u otra manera, a este hábil y sabio religioso.
Bernardo supo hacer gala de su facilidad de palabra ante tan importante asamblea de teólogos y grandes señorías de la iglesia. Expuso los principios y los primeros servicios de preguntas, aunque mostrando la habilidad de un maestro de hombres. Esto permitió que se creara la Orden del Temple.
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