A finales del siglo XIII, la Orden del Temple era una superpotencia que controlaba miles de castillos y encomiendas en toda Europa. Su poder económico fue tal que incluso el rey Felipe IV de Francia era deudor suyo. De hecho, este monarca urdió un complot destinado a hacerse con sus bienes. Para ello, extendió el rumor de que sus miembros eran una banda de sodomitas, idólatras y herejes, usó la tortura para que confesaran los cargos y presionó al papa Clemente V para que suprimiera la Orden. Así, el Temple fue disuelto en 1312 y su último Gran Maestre, Jacques de Molay, quemado dos años después. Casi siete siglos más tarde, en septiembre de 2001, la paleógrafa Barbara Frale dio con un documento en el Archivo Secreto del Vaticano que demostraba que el Papa conocía la inocencia de los templarios, si bien no tuvo el valor de hacerlo público.
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