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El origen de la maldición templaria

Ocurrió el 18 de marzo de 1314: ese día Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple, lanzó una maldición antes de arder en la hoguera en cumplimiento de la sentencia que había sellado la disolución y caída en desgracia de los templarios.

De Molay profetizó un inminente juicio divino para el papa Clemente V y el rey francés Felipe IV, responsables del final de la Orden y de la condena de sus dirigentes.

Meses después, el pontífice y el monarca hicieron buenos los augurios del Gran Maestre: ambos murieron en el transcurso de ese mismo año. La maldición se había cumplido y De Molay se convirtió en leyenda.

Todos los mitos oscuros que habían envuelto a los templarios se proyectaron en él, y pasó a engrosar a lista de personajes enigmáticos de la Historia, donde resuenan nombres como Nefertiti, Pitágoras, Nostradamus, Diego de Torres Villarroel, Conde de Cagliostro, Caballero d’Eon, Kaspar Mauser, Helena Blavatsky o Percy Fawcett.

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