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Los enigmas científicos de la Sábana Santa

¿Alguien piensa realmente que todo está dicho sobre la Síndone de Turín?

Religiosos, historiadores, científicos y escépticos siguen dándole vueltas a tan polémico lienzo. Porque independientemente de si es un producto medieval o no, algo sobre lo que ya hablaré después, lo más divertido, el verdadero misterio de la Sábana Santa es que, a día de hoy, la ciencia todavía es incapaz de explicar cómo se formó la imagen del cuerpo en el lienzo.

Aunque algunos investigadores han conseguido una apariencia similar, todos los intentos de reproducir una imagen con las mismas características microscópicas y macroscópicas que posee la Síndone han fracasado.

Colocación de la sabana sobre el cuerpo
Lo que hasta la fecha sabemos, gracias a los análisis que han venido practicando la STURP – Shroud of Turin Research Project–, entre otros grupos de científicos, es que la imagen no se formó por calentamiento, ni tampoco por tintes, ya que no han sido hallados restos significativos de pigmentos, colorantes o barnices. Sin embargo sí que se descubrieron algunos datos sumamente reveladores: un solo hilo de lino se compone de unas 200 fibrillas; pues bien, el “color” de la imagen reside únicamente en la superficie externa de las fibrillas que componen los hilos de la tela, lo que significa que el espesor de esa coloración es de casi 200 nm, es decir, doscientas veces la milmillonésima parte de un metro, o lo que es lo mismo, una quinta parte de una milésima de milímetro, parte que se corresponde con la llamada pared celular primaria de cada fibrilla de lino.

Entonces, ¿qué les ocurrió a esas fibrillas cuya fragilidad actual resulta ser mayor a la del resto? Según las investigaciones, la coloración es el resultado de un proceso de envejecimiento acelerado aún desconocido, que causó la oxidación, deshidratación y conjugación de la estructura de la celulosa del lino.

Hilos de nilo después de la irradiación con laser
Por otra parte, debajo de las diferentes manchas de sangre que hay en el lienzo no existe imagen alguna, por lo tanto fueron anteriores a dicha imagen. Tampoco aparecen signos de putrefacción, lo que descarta que la coloración fuera el resultado de los gases propios de la descomposición, de modo que si el lienzo cubrió realmente el cuerpo de un difunto no lo hizo durante un periodo mayor a dos días.

Pero además se ha podido comprobar que la degradación del color que conforma la imagen que vemos en el lienzo contiene información tridimensional del cuerpo de un hombre.

¿Tiene esto algún sentido? ¿Cuáles son los procesos físicos y químicos capaces de generar un color y unas características similares a las de la imagen de la Síndone? A este respecto un reciente estudio realizado en Italia por miembros de la Agencia Nacional para las Nuevas Tecnologías, la Energía y el Desarrollo Sostenible (ENEA) ha tratado de arrojar un poco de luz al dilema.

Imagen tridimensional
En el informe afirman que los resultados “demuestran que un breve e intenso destello de radiaciones UV direccional puede colorar un tejido y reproducir muchas de las peculiares características de la imagen del cuerpo de la Sábana Santa de Turín, incluidas la tonalidad de color, la coloración superficial de las fibrillas mas externas de la trama de lino, y la ausencia de fluorescencia”.

“Sin embargo –advierten los científicos del ENEA–, hay que subrayar que la potencia total de la radiación UV necesaria para colorar de manera instantánea la superficie de un lino que corresponda a un cuerpo humano de estatura media, equivale a 2000 MW/cm2 es decir, 34.000 millones de vatios para 17.000 cm2, lo cual hace que hoy sea prácticamente irrealizable la reproducción de la totalidad de la imagen del sudario usando un sólo láser excimer, ya que esta potencia no puede ser creada por ninguna otra fuente de luz UV construida hasta hoy (las más potentes que se pueden encontrar en el mercado llegan a algunos miles de millones de vatios)”.

Pero además de este espeluznante dato, los científicos admiten que entre algunas de las características que no han conseguido reproducir todavía, está la “del difuminado de la imagen debido a una diversa concentración de fibrillas en color amarillo que se alternan con fibras sin color”.

Este estudio supone un gran avance en la investigación, aunque lejos de hallar una solución al misterio, incorpora nuevos enigmas a la formación de la famosa imagen.

Y por cierto, un último apunte para aquellos despistados que todavía esgrimen la tan cacareada prueba de datación del lienzo mediante Carbono 14. Sus resultados no sirven para nada. Y esta afirmación viene avalada por dos razones. Una porque a pesar de que el C-14 es un buen sistema para medir la antigüedad de un objeto orgánico, no es el adecuado para calcular la edad de la Síndone, al no tener en cuenta la elevada contaminación que históricamente ha sufrido el lienzo (incendios, etc.). Y en segundo lugar, el descubrimiento de un dato totalmente irrefutable y vergonzante que confirma lo que algunos científicos venían sospechando sobre los fragmentos a los que se les practicó el análisis. Según el informe de un estudio publicado en enero de 2005 en la revista científica Thermochimica, “los resultados de espectrometría obtenidos del área de la muestra, en combinación con observaciones microscópicas y microquímicas, prueban que la muestra utilizada en el ensayo del Carbono 14 no formaba parte del tejido original de la Sábana de Turín. Así, la fecha obtenida del ensayo del Carbono 14 no era válida para determinar la verdadera edad de la sábana”.

Resulta evidente que el monumental e imperdonable error de escoger un remiendo no corrió a cargo de los tres laboratorios que realizaron la datación (Universidad de Oxford, Instituto Politécnico de Zurich y Universidad de Arizona), cuya labor fue totalmente profesional, sino de las lumbreras que decidieron la parte del lienzo que iba a ser cortada para su análisis.

Todavía queda mucho camino por recorrer hasta encontrar una respuesta para cada uno de los diferentes enigmas que plantea la Sábana Santa. Argumentar y criticar, como hacen algunos escépticos descerebrados, que dicha búsqueda es una mera cuestión religiosa es tener una estrechez de miras increíble. El creyente no necesita confirmar que el lienzo cubrió el cuerpo maltratado y crucificado del hijo de Dios; tiene su fe y eso le es suficiente, no precisa de pruebas para creer.

Dejando a un lado los posibles debates filosóficos y teológicos, descubrir el misterio de cómo se plasmó esa imagen es, básicamente, un enorme desafío científico. Revelar, además, si realmente el lienzo mortuorio cubrió el cuerpo de Jesús de Nazaret es un misterio histórico y arqueológico.

articulo relizado por:
David Sentinella estrelladigital.es

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