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El “gran caballo”, la estatua perdida de Leonardo

Es de sobra conocida la mala costumbre que tenía Leonardo da Vinci de dejar algunas de sus obras inacabadas. Sin embargo, en ciertas ocasiones fueron los avatares históricos —y no su facilidad para dejar sin concluir lo que había comenzado— lo que nos ha impedido disfrutar de algunas de sus obras maestras. Eso es, precisamente, lo que sucedió con su "gran caballo".
En la década de 1480 Leonardo estaba trabajando ya al servicio de Ludovico Sforza, duque regente de Milán, y este le encargó que realizara una colosal estatua ecuestre para honrar a su padre, Francisco I Sforza. El genio florentino se tomó el encargo como todo un desafío personal, pues, no en vano, aquella escultura debía convertirse en la mayor creada jamás por artista alguno.
Leonardo trabajó en la escultura durante unos diez años, mientras realizaba otras obras al mismo tiempo, como la célebre 'Última Cena', que se conserva en el convento de Santa Maria delle Grazie de Milán. Durante todos esos años realizó una buena cantidad de dibujos y bocetos, intentando determinar el mejor modo de llevar a cabo el encargo.
Parece ser que en mayo de 1491 había realizado ya un gigantesco molde en arcilla de la escultura que, solo contando el caballo, medía más de siete metros de altura. La pieza provisional quedó colocada en uno de los salones de la Corte Vecchia de Milán, y todos aquellos que tenían la suerte de contemplarla quedaban asombrados por su belleza y dimensiones.
Boceto de Leonardo
Uno de estos afortunados, el poeta de la corte Baldassare Tacone, dejó por escrito: "Miro su inmensa belleza sobrecogido, mayor que nada antes visto, ni siquiera en las antiguas Grecia y Roma, y ha sido creada por Leonardo da Vinci".
Pese a su majestuosidad, el "gran caballo" estaba lejos de ser concluido. Faltaba, de hecho, la parte más importante: el vaciado en bronce de la escultura. Leonardo encargó que se reunieran más de setenta toneladas de dicho metal, aunque no era lo único que se necesitaba para convertir la obra en una realidad.
El artista e ingeniero estaba empeñado en fundir la gigantesca estatua de una sola pieza de forma que no se apreciaran las junturas que suelen afear las obras realizadas, pero aquello suponía un reto nunca realizado hasta la fecha. Para solventarlo, ideó un sistema original mucho más complejo que el del moldeado a la cera perdida que se empleaba entonces.
Pero por desgracia para Leonardo —y para la Historia del Arte—, cuando al fin se disponía a realizar el moldeado, descubrió que las setenta toneladas de bronce destinadas para tal fin ya no estaban disponibles, pues habían sido utilizadas para algo que entonces parecía más urgente: fundir cañones que sirvieran para la defensa de la ciudad.
En aquellos años de cambio de siglo, el monarca francés Luis XII había reclamado sus derechos sucesorios sobre el ducado de Milán y movilizó una gran tropa para tomar el territorio. Esa fue la razón de que Ludovico Sforza decidiera emplear el bronce de Leonardo para fundir cañones.
Cuando finalmente las tropas francesas invadieron Milán, en septiembre de 1499, y Sforza huyó a Alemania, Leonardo se quedó sin patrón, sin bronce y sin encargo. Para colmo de males, los militares franceses tuvieron la desafortunada ocurrencia de utilizar el magnífico y colosal caballo de arcilla creado por el maestro florentino como blanco en sus prácticas de tiro.
Saba de Castiglione, caballero hospitalario y literato, recordaba en uno de sus textos la triste impresión que le causó el destrozo de aquel molde, destinado a dar forma a la más soberbia escultura que se había creado jamás:
"Recuerdo con tristeza y asco cómo los ballesteros gascones utilizaron esa obra noble e ingeniosa como simple diana".
Leonardo dejó Milán apenas tres meses después para empezar a trabajar con César Borgia, su nuevo patrón. Su sueño de crear la gigantesca escultura había quedado, literalmente, hecha añicos. Pero, por suerte, las decenas de bocetos y diseños que había realizado sobre la estatua seguían estando en sus cuadernos manuscritos.
Replica del Caballo de Leonardo en Michigan
Aquellas páginas pasaron de unas manos a otras tras su muerte para, cientos de años después, reaparecer en los fondos de la Biblioteca Nacional de España. Allí, entre los pliegos de los llamados 'Códices de Madrid', aparecían los magníficos diseños para disfrute y estudio de los especialistas.
El feliz hallazgo permitió que en la década de los años 70 del siglo pasado se llevaran a cabo varias iniciativas para hacer realidad lo que Leonardo solo pudo plasmar en dibujos y arcilla.
Siguiendo las indicaciones dejadas por el genio florentino, se construyeron varias réplicas de la estatua —únicamente del caballo— en Michigan (EE.UU.) y Milán, cuya grandeza —miden 7,3 metros de altura— ha quedado como testimonio de lo que un día imaginó la inigualable mente del maestro Leonardo.

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